domingo, 9 de diciembre de 2012

Cuando empieza a anochecer y los niños ya están acostados en sus dulces y correspondientes camas,  los grandes y pequeños juguetes toman las casas y las calles y se dejan llevar por la magia de la noche.
Cuando todo parece estar en una calma profunda, ellos asoman sus cabezas a través de las esquinas y ríen tras los semáforos parpadeantes. Son los jefes del momento, luchan en duelos y batallas y se bañan en piscinas de plástico.
Nadie sabe de su mágica existencia y todos ignorantes del cielo nocturno nos despertamos viéndolos en el sitio donde el día anterior los dejamos.

¿Casualidad? No lo creo.

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